image of Alvaro Ugalde climbing hill

In Others’ Words

Bernardo Aguilar González

18 Febrero 2015

Don Álvaro Ugalde, el Noé, el 70

(Enlace al artículo original en el sitio web del Diario Digital Nuestro País)

Don Álvaro Ugalde Víquez falleció este 15 de febrero a tan sólo un día de cumplir sus 69 años. Su partida marca una enorme pérdida para la conservación en el país, sobre todo para los parques nacionales. A estas áreas silvestres protegidas las amó con pasión y luchó por su establecimiento y consolidación con todas las fibras de su existencia. Su liderazgo lo fraguó con el conocimiento que da el haber trabajado directamente en los parques en muchas capacidades. Se ensució las botas. Fue un maestro del cabildeo ambiental y de la consecución de fondos por las causas en las que creía. Su alto nivel de convicción lo llevaba a tener posiciones fuertes, a veces en apariencia inflexibles. Sin embargo, esta actitud era producto de su experiencia, alcanzando logros ambientales en épocas en las que parecía imposible la conservación en Costa Rica. Por eso Don Álvaro era de esas personas con las que, por una u otra razón, uno podía discrepar pero había que respetar su criterio.

Se formó bajó la tradición y visión del sistema de parques nacionales de los Estados Unidos. Obtuvo grados en biología y ciencias ambientales en la Universidad de Costa Rica y la Universidad de Michigan.

La obra The Green Republic (La República Verde) del historiador ambiental Sterling Evans, de la Universidad de Oklahoma, documenta el camino de Don Álvaro como pionero en el campo de la conservación en Costa Rica. Exalta la tenacidad y empuje que tenía desde sus años como estudiante de la Universidad de Costa Rica a fines de la década de los sesenta. Destaca en 1969 una gira de campo a Tortuguero organizada por su compañero de causa de muchos años, el Dr. Mario Boza, para visitar el proyecto de conservación de tortugas de Archie Carr. A la misma asistieron Doña Karen Olsen de Figueres, Kenton Miller, Gerardo Budowski y Álvaro Ugalde. Fue en esta gira, que se fraguó una de las alianzas más importantes para la posterior creación del sistema de parques nacionales, ganándose el apoyo de Doña Karen.

Estas alianzas sirvieron para cimentar un proceso que inicia la promoción sistemática de la idea de conservar muestras representativas de la riqueza ambiental costarricense. Recordemos que para fines de los sesenta nuestro país se encontraba en un proceso aun de expansión agresiva de la frontera agropecuaria. Mario Boza presentó la idea de los parques a la opinión pública sistemáticamente a través de publicaciones y otras actividades de difusión. Con este empuje se logró la aprobación de la Ley Forestal de 1969 y la creación de un departamento de Parques dentro del Ministerio de Agricultura con el Dr. Boza como su director en 1970 y el mandato de proteger las áreas protegidas en los volcanes del país, la Reserva Natural Cabo Blanco y el Monumento Nacional Santa Rosa.

Como parte del proceso de fortalecimiento del capital humano necesario para emprender estas tareas, el Dr. Boza reclutó a Don Álvaro (aun estudiante) para que asistiera a un curso de entrenamiento en los EEUU. La experiencia incluyó entrenamiento en el Parque Nacional del Gran Cañón en Arizona. A su regreso, el Dr. Boza puso a Don Álvaro a cargo de Santa Rosa.

Desde entonces empezó el camino de Álvaro Ugalde quien con energía fue un líder fundamental para la consolidación del sistema de áreas protegidas del país. Con buen olfato, siempre motivado y con energía que se transmitía, irreverente y con sobrada convicción se desempeñó en varias ocasiones como director de parques y en posiciones de liderazgo en varias de áreas protegidas. Su prioridad siempre era la causa que abrazaba y en múltiples ocasiones no requería percibir remuneración por su trabajo. Lograr los objetivos por la conservación del país bastaba.

En estas posiciones de liderazgo fue pieza decisiva en la creación de varios de los Parques Nacionales de mayor renombre en Costa Rica: Santa Rosa, Corcovado, Chirripó, Cahuita y Braulio Carrillo. Luchó por su consolidación mediante el cabildeo por políticas públicas y normativa jurídica, el diálogo y la confrontación (si era necesario) con actores opuestos al proceso conservacionista del país y la búsqueda constante de fuentes de financiamiento.

El ritmo de su trabajo incansable dejó huellas indelebles en las administraciones de José Figueres Ferrer, Daniel Oduber, Rodrigo Carazo y Luis Alberto Monge, entre otros. Así, por ejemplo, el Presidente Oduber, reconocido en la obra historiográfica de Evans como “el mejor amigo que tuvieron los parques”, recibió en 1976 del Fondo Mundial por la Naturaleza el Premio Abert Schweitzer y en 1977 el Premio Green World. Estos reconocimientos vinieron por la creación del Parque Nacional Corcovado, en medio de circunstancias adversas y la creación en total de nueve áreas protegidas (más de 140,000 hectáreas) durante su administración. Sin el empuje y tozudez de Álvaro Ugalde y la gran confianza que Daniel Oduber tuvo en su liderazgo, estos logros hubiesen sido imposibles.

Más allá debe resaltarse que la historia ambiental reconoce que este ritmo de la creación de áreas protegidas se mantuvo dentro de las administraciones subsiguientes a pesar de la enorme crisis económica que tuvo el país. En este proceso, la capacidad de reinvención de Don Álvaro fue puesta a prueba y lideró, junto con otros distinguidos ambientalistas, la incursión de Costa Rica en el desarrollo de mecanismos de financiamiento novedosos y la creación de organizaciones no gubernamentales que cumplieran misiones especializadas en apoyo de los esfuerzos de conservación del país. De este impulso nacen la Fundación de Parques Nacionales y la Fundación Neotrópica en los años ochenta. Don Álvaro, el Dr. Boza y el Dr. Rodrigo Gámez fueron nuestros fundadores.

El reconocimiento personal llegó con justicia en 1983 cuando el Dr. Boza y Don Álvaro reciben el Premio Getty a la conservación. Este les es entregado en la Casa Blanca en una ceremonia presidida por el presidente de los EEUU. El reconocimiento profesional fue abundante también confiándosele a Álvaro Ugalde posiciones en varias organizaciones internacionales incluyendo el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

Sin embargo, la imagen icónica de Álvaro Ugalde que recordaremos todos, es en ropa de campo y con una mochilita pequeña en la espalda. En el ejemplo de un estilo de vida espartana, caminando por todas partes con su perrita sentó también una huella significativa.

En los últimos años su energía no había disminuido y su convicción seguía fuerte. Su papel en la lucha por mantener la integridad del Parque Nacional Corcovado nos ha recordado a todas y todos los costarricenses la importancia de no abandonar los objetivos trazados desde su concepción. Asimismo, se unió a diversas campañas de oposición a proyectos que consideró perjudiciales para el país como las iniciativas de desarrollo geotérmico dentro de los parques nacionales y el proyecto de Marina Cocodrilo en Puerto Jiménez.

No es de extrañar que en su despedida el 16 y 17 de febrero recibiera una guardia de honor de los guarda parques del país. Tampoco extraña que el representante del SINAC que se dirigió a los asistentes en su funeral lo llamará “mi 70” (código numérico usado para referirse al jefe entre los guarda parques). En su féretro lucía el uniforme del SINAC. Es asimismo hermosa la metáfora que usó el Padre Álvaro Sáenz para referirse al trabajo de Álvaro Ugalde durante la homilía. Lo llamó “el Noé costarricense”.

Personalmente tuve el privilegio de verlo por última vez el pasado 10 de febrero. Al terminar una reunión con el Ministro Edgar Gutiérrez salió muy entusiasta y dijo “voy a ir a escribir la propuesta de una vez”. Nos queda como país el recuerdo y los frutos de ese empuje incesante. Más que eso, nos queda la responsabilidad de saber, como comunidad agradecida, llenar esos enormes zapatos y levantar con dignidad esa pluma para terminar la propuesta pendiente. La memoria de Don Álvaro Ugalde Víquez debe ser un legado para todas las generaciones venideras de costarricenses y más allá. Personifica la lucha ejemplar por un país de vocación conservacionista que en honor a ese compromiso ha tomado una serie de obligaciones irrenunciables con el mundo y consigo mismo. Por ello, merece un benemeritazgo. ¡Pronto!

Bernardo Aguilar González
Director Ejecutivo
Fundación Neotrópica